Archive for the ‘motivación’ Category

Trabajar la empatía con los adolescentes

19 de enero de 2018

La adolescencia es quizás la etapa más compleja en la vida del ser humano. Padres y profesores pueden dar fe de ello. Niños y niñas hasta los diez u once años, con todos los matices que queramos hacer, son más manejables, flexibles, cariñosos, obedientes (si desde pequeños se ha sabido establecer unas mínimas normas de convivencia en la familia o en el colegio y sin querer decir que todo lo anterior sea bueno, malo o mejor). Pero a partir de los once o doce años las cosas van cambiando. Y docentes y familias se encuentran, a veces, con graves problemas de comunicación, de convivencia, de falta de motivación, de enfrentamientos, de alejamiento. Por eso es importante informarse, conocer no sólo las principales características de esta etapa, sino la manera de enfrentarse a las dificultades, manejar las situaciones complicadas que se pueden dar y ayudar a superarlas.

En Aika se proponen Cinco formas de trabajar la empatía con los adolescentes. Ya sabemos que la empatía es la manera de comprender a los demás, de saber ponernos en su lugar. Así que los adultos deben desarrollarla y ayudar a que sus hijos o sus alumnos la desarrollen y los ejemplos que ahí se exponen pueden servir de ayuda.

Por otro lado, en el siguiente enlace se hace un compendio de las entradas que, en este blog, se han hecho sobre la adolescencia.

Algunas claves sobre la adolescencia

Para finalizar, pinchando en el siguiente enlace, encontraréis un completo artículo de Conchi Martínez Álvarez titulado Comprendiendo a los adolescentes (multiproblemáticos o no) publicado en AAPE Asociación Adopción punto de encuentro. La infografía siguiente resume muy bien lo que se explica en el artículo
infografia la adolescencia

 

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Los secretos de la motivación

25 de enero de 2017

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(Publicado en la página de Ortientagades).

En este nuevo volumen de la Biblioteca UP, José Antonio Marina desentraña los secretos de la motivación, mucho más allá del conocido recurso del palo y la zanahoria, para hacer posible nuestra grandeza como individuos. Porque quien posea la clave de la motivación va a poseer la clave del comportamiento humano.

Pregúntale a Marina. Más de 100 vídeos con miles de reproducciones.

El sentido del humor en las aulas

20 de diciembre de 2016

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Los docentes estamos convencidos de que la nuestra es una actividad muy seria, entre otras cosas porque tenemos en nuestras manos la posibilidad de ayudar a que los estudiantes crezcan como personas, construyan su personalidad, se inserten en la sociedad como ciudadanos responsables, amén de incrementar su cultura, sus conocimientos, su capacidad de trabajo… Es decir, tareas de mucho calado y que requieren mucha dedicación, preparación y esfuerzo. Pero la seriedad de la tarea y de la responsabilidad no está reñida con la creación de un ambiente agradable, de un entorno rico en experiencias entre las que se encuentra, no cabe ninguna duda, el sentido del humor. La vida ya está excesivamente condicionada y repleta de situaciones difíciles y duras, que observamos a diario en las casas, en las calles, en las redes sociales, en la televisión o en las familias que vienen a visitarnos para que también convirtamos los centros educativos en lugares tristes o desagradables.

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En el artículo Un poco de humor en el aula, por favor publicado en EducaconTic, se desgranan los beneficios de introducir el humor en las clases. Los beneficios del sentido del humor son enormes. Provocan mayor cercanía con las personas, aumentan la motivación por las tareas que hay que realizar, disminuye el estrés, ayuda a ver la realidad de forma menos dramática. También son notables los beneficios en la mejora de la cohesión del grupo clase o en el propio aprendizaje. ¿Por qué todo va a ser siempre serio? La seriedad está sobrevalorada en la Escuela.

En el mismo artículo podemos encontrar también una serie de estrategias para introducir el humor en las clases:

  • En primer lugar, para que haya humor en el aula tenemos que propiciarlo. Hay que reírse, de uno mismo, de tus propias equivocaciones, despistes, errores que todos los profesores comentemos a lo largo del día delante de los demás. Esa aceptación con humor del error es el mejor ejemplo para nuestros alumnos.
  • En segundo lugar, generar espacios de humor. Los profesores tenemos la capacidad de modular el desarrollo de las clases, de introducir silencios, de focalizar la atención o de usar elementos para controlar el ruido. ¿Por qué no usar activamente el humor? Pon un chiste o una anécdota en medio de una explicación, antes de una actividad, cuando quieras cambiar de tarea… ¡busca el momento para reírte con tus alumnos!
  • En tercer lugar, habilitar momentos para el humor: espacios propios de clase para contar chistes; tener días locos en los que ir disfrazado con algún motivo del cual reírse, como llevar calcetines desparejados, sombrero, camisetas al revés…
  • Por último, una buena opción sería la de aprovechar los trabajos para introducir elementos de humor, para ayudar a que los alumnos sean creativos con sus producciones focalizando en este aspecto.  

Si os paráis a pensarlo no es tan difícil y con toda seguridad vuestro trabajo y el de vuestros estudiantes será mucho más agradable y aprenderán mejor.

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En el artículo Educar con humor no es ningún chiste, la doctora Begoña García, doctora en Psicología y profesora titular de Educación y Trabajo Social de la Universidad de Valladolid, también señala que impartir una clase con sentido del humor tiene un gran impacto en la enseñanza. Si se aplica en la enseñanza se logrará que los alumnos estén más motivados para aprender y les será más fácil retener la información que reciben que si se les suelta un sermón teórico que les resulte aburrido. Además, mejora el clima y el ambiente de clase, tanto con el profesor como entre los compañeros, y fomenta la creatividad, porque si hay censura y miedo en el aula es imposible aportar nuevas ideas y crear.

Queda poco para finalizar 2016 y el primer trimestre del curso, y en unos días comenzarán las vacaciones de Navidad. Es normal que, ante el comienzo de un nuevo año, nos propongamos una serie de objetivos a realizar. Uno de ellos podría ser el de introducir el sentido del humor en nuestras aulas. ¿Por qué no?

Felices fiestas y que tengáis un excelente 2017.

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Cómo surge la vocación docente

28 de septiembre de 2016

Es muy difícil explicar cómo nos inclinamos por realizar unos estudios u otros o por desempeñar un trabajo concreto. Los orientadores sabemos bien que son muchos los factores que intervienen para tomar esas decisiones: la tradición familiar, las aptitudes individuales, las modas, la situación económica… Unas veces porque desde muy jóvenes nos inclinamos hacia una determinada profesión y hasta que no lo conseguimos no paramos, otras por descartar lo que no nos gusta y nos decantamos, más que por un trabajo concreto, por lo que hoy se denomina una rama del conocimiento o del empleo, y otras porque no nos queda más remedio que hacerlo porque no hay otra alternativa, tendremos que reconocer que cada persona tiene una determinada experiencia y es difícil que se pueda trasladar a los demás.

Hoy quiero explicar, mediante un relato que contiene una parte de ficción pero también una gran dosis de lo que me ocurrió realmente, cómo llegué a tomar la decisión de dedicarme a la enseñanza. El ejemplo de un profesor, como podréis comprobar a continuación, es lo que, en gran medida, ayudó a que mi trabajo, durante cuarenta años, fuera la docencia. Espero que os guste.

Duos habet et bene pendentes (o cómo empecé a amar la historia y la enseñanza)

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La primera vez que escuché esta frase latina fue en cuarto del antiguo bachillerato elemental, que cursé en el Instituto Masculino de La Coruña (hoy IES Salvador de Madariaga). Estamos hablando de abril o mayo del año 1969, cuando acababa de cumplir 14 años o estaba a punto de cumplirlos. Había terminado la clase de matemáticas y estábamos esperando a que llegara el profesor de historia, seguramente haciendo un ruido de mil demonios, todos levantados y hablando a gritos, lo que era normal teniendo en cuenta que la disciplina era férrea durante las clases y los únicos momentos para que una pandilla de adolescentes se desfogara era en los intermedios entre clase y clase y a la hora del recreo. Yo me sentaba al lado de Casanova, un chicarrón que, a pesar de su enorme tamaño, iba siempre con unos pantalones cortos muy ajustados, cosa normal si era verano, pero que él llevaba durante todo el año y que dejaban ver una piernas que siempre estaban llenas de heridas y de costras. Yo le tenía un cierto respeto, por no decir miedo, ya que solía aprovecharse de su fuerza y de mi natural medroso para obligarme a decirle las soluciones de los ejercicios, susurrarle las respuestas en los exámenes  y cuando le preguntaba algún profesor o hacerle los deberes que casi nunca solía traer hechos. Ahora comprendo que para él sería casi imposible el estudio, pues vivía en una aldea a unos quince o veinte kilómetros de Coruña y teníamos clase mañana y tarde por lo que, cuando llegara a su casa, después de coger un par de autobuses, no creo que tuviera muchas ganas de estudiar ni de hacer deberes. Algunos años más tarde, cuando terminé los estudios de magisterio y comencé a trabajar, me lo encontré en un taller mecánico y me cambió las pastillas de freno mientras recordábamos viejos tiempos. Yo le eché en cara los malos momentos que me hizo pasar, pero, en realidad, terminé agradeciéndole que me ayudara a defenderme y a saber salir de situaciones comprometidas. Hace más de cuarenta y cinco años que no le veo, pero todavía recuerdo como si fuera ayer su tímida sonrisa de despedida y su mirada triste, mezcla de envidia y de nostalgia por un pasado que, seguramente, sería mejor que su futuro.

Además de Casanova, recuerdo a Cortón y a Cao, los más listos de la clase y que nos miraban por encima del hombro, como si fuéramos medio retrasados y no pudiéramos entender sus ingeniosos juegos de palabras y sus alusiones a científicos y escritores que nunca nos sonaban; a Ricardo y a Balsa, amigos inseparables y que continuamente estaban inventando bromas y trastadas, que siempre quedaban impunes pues nadie podía acusarlos si uno no quería ser considerado un chivato, el peor insulto que alguien podía recibir. También recuerdo a Carré y a Dequidt, dos grandes deportistas, el primero creo que llegó a ser campeón gallego de cuatrocientos metros vallas y después se hizo un excelente y reconocido fotógrafo, mientras que el segundo competía en esgrima. He perdido la pista de casi todos ellos, pues ninguno siguió la vocación de la enseñanza y se dedicaron a otros menesteres.

Menos los ya mencionados Cortón y Cao, que estarían hablando de filosofía o de literatura, los demás estábamos tirándonos bolas y aviones de papel, persiguiéndonos entre las mesas dando alaridos o haciendo cualquier otra tontería cuando, de pronto, se hizo un silencio sepulcral y todos corrieron a sentarse en sus respectivos asientos, todos menos Casanova y yo, que estábamos al final de la clase, él corriendo, como casi siempre, detrás de mí para darme alguna colleja o hacerme caer con una zancadilla. Y así fue como nos encontró un profesor que nunca habíamos visto en el Instituto, un hombre alto, de pelo largo y lacio que casi le llegaba a los hombros, barba recortada, con jersey negro de cuello subido y pantalones vaqueros, indumentaria que contrastaba vivamente con la que solían utilizar todos los profesores del instituto, que vestían con el típico uniforme docente de aquella época, traje o chaqueta y, por supuesto, corbata, y don Germán, el profesor de religión, con sotana, como no podía ser de otra manera.

Por mucho que mi compañero y yo intentamos pasar desapercibidos, fue inútil. Comenzamos a movernos despacio hacia nuestras sillas, pero él, con un gesto de la mano, ordenó que nos estuviéramos quietos. Se acercó lentamente a la tarima donde se encontraban la mesa y el sillón del profesor mientras en su rostro se apreciaban una mirada y una medio sonrisa que denotaban una mezcla de diversión y de sadismo, y eso provocó en toda la clase, y sobre todo en Casanova y en mí, una reacción de pánico que nos duró hasta que, tras un breve silencio que a nosotros nos pareció eterno, soltó su primera frase:

— A ver, el correcaminos y el coyote, que se acerquen.

(podéis continuar leyendo en el siguiente enlace, en otro blog que también administro):

Duos habet et bene pendentes (o cómo empecé a amar la historia y la enseñanza)

v = (c + h) * a. Nuestro valor como personas

1 de junio de 2015

No, el encabezamiento de este artículo no es una fórmula de física, de matemáticas o de economía. Fue creada hace unos años por el consultor Víctor Küppers, en la que cada una de las incógnitas tiene el siguiente significado:

v= es nuestro valor como personas.

c= equivale a nuestros conocimientos, nuestra preparación

h= son las habilidades que poseemos, la experiencia que vamos adquiriendo.

a= es la actitud que tenemos en la vida

Lo primero que podemos observar es que los conocimientos y las habilidades suman, pero lo que realmente marca una diferencia en nuestro valor como personas en los diferentes ámbitos en los que nos movemos (familia, amigos, trabajo…) es la actitud, por eso no suma, sino que multiplica. A un buen jefe, a una buena amiga, a un buen padre los valoramos por su actitud, no por su currículum. A todos nos valoran y nos aprecian en función de nuestra manera de ser. Por eso nuestra prioridad en la vida es la lucha diaria para ser las mejores personas que podemos llegar a ser.

No es que los conocimientos no sean importantes, sino que depende de cómo se utilicen, con qué energía y en qué sentido, podrán tener más o menos relevancia. En la mayoría de los trabajos que realizamos, en las relaciones que tenemos y en los roles que representamos somos valorados por nuestra forma de ser, por la energía que desarrollamos, por el entusiasmo que ponemos y que somos capaces de impulsar en los demás. La profesión docente es un buen ejemplo: al profesor se le da por supuesto que tiene amplios conocimientos en la materia que imparte, pero lo que diferencia a un buen docente de uno regular o malo es la capacidad de motivar, de entusiarmar, de conseguir que sus alumnos quieran asistir a sus clases y de aprender.

Os recomiendo que disfrutéis con el siguiente vídeo, en el que Víctor Kuppers, optimista nato, expone y explica su ecuación y su actitud en la vida.

Pon todo tu corazón en todo lo que hagas

24 de mayo de 2015

Hace un par de semanas publiqué un artículo titulado Construyendo tu sueño que tiene muchos puntos comunes con la entrada de hoy. En ella , el doctor Mario Alberto Puig ponía el acento en la autoconfianza y en la pasión, dos elementos imprescindibles para vencer nuestros miedos y alcanzar nuestros sueños, para desarrollar todo nuestro potencial humano. La inteligencia, con ser importante, no puede sustituir a los elementos mencionados.

A pesar de que estamos viviendo en la sociedad con más medios de la historia, económicos, técnicos, personales y de todo tipo, también somos testigos y protagonistas de la sociedad más insatisfecha de la historia, la que encuentra más obstáculos, sobre todo en las propias personas, para desarrollarse plenamente. Sea porque las nuevas generaciones no están encontrando unos modelos adecuados, porque las anteriores no están poniendo unas bases sólidas, o porque nos estamos acostumbrando a que nos den todo hecho y no tenemos que sacrificarnos para conseguir objetivos, (sobre todo porque no suelen ser muy ambiciosos) muchos jóvenes suelen desalentarse con facilidad, no aceptan las frustraciones.

En otro orden de cosas, no podemos cerrar los ojos a los problemas que padecemos y que nos rodean, las grandes injusticias, las enormes desigualdades, los radicalismos, la intolerancia… Necesitamos una regeneración de los valores, creer en las personas, luchar, en la medida de nuestras posibilidades y en nuestro entorno más inmediato, contra lo que consideremos injusto. No es preciso ser un héroe, sino sólo ser coherente.

Por eso es importante encontrar personas que motiven, que sepan ayudarnos a encontrar en nuestro propio interior las fuerzas, las herramientas para enfrentarnos con los problemas que nos vamos encontrando, con los obstáculos que debemos salvar. Una de esas personas es Luis Galindo, un experto en conductas de motivación y liderazgo. Se ha hecho famoso dando conferencias, entrevistas en la televisión y escribiendo libros. Las ideas que defiende y la forma de hacerlo llegan fácilmente, es un gran comunicador. Recojo algunas de sus frases:

  • «Pon todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente en todo lo que hagas, hasta en las cosas más sencillas. En ello reside el secreto del éxito.»
  • «No podrás vivir con autentica pasión si te conformas con llevar una vida menor de la podrías haber llevado»
  • «Debes reilusionarte con la persona que puedes llegar a ser».
  • «Hay que elegir entre resignarse o ilusionarse».
  • «Para ser feliz hay que ser agradecido».
  • «Vivir es no perder la capacidad de emocionarse con las cosas cotidianas».

En su página web podrás encontrar mucha información sobre él. Te recomiendo que entres en ella

Y para terminar, aquí te dejo varios vídeos con entrevistas e intervenciones. No tienen desperdicio.

luis-galindo

Construyendo tu sueño

9 de mayo de 2015

El doctor Mario Alberto Puig, cirujano, escritor y conferenciante, se ha hecho famoso en los últimos años por su gran capacidad de comunicación desde un punto de vista humanista. A partir de su experiencia como médico, fue dándose cuenta de la importancia de la comunicación para generar salud o enfermedad, convirtiéndose en uno de los más reconocidos expertos en temas de liderazgo, comunicación y gestión del estrés.
Aunque ya conocía alguna de sus intervenciones, en el Blog de Claudio Castilla, Orientaguía, se hace referencia a una charla del mencionado doctor en la que se dan claves para vencer los miedos y salir de nuestra zona de confort, lo que nos ayudará a conseguir nuestros sueños y convertirnos en quien realmente somos o pretendemos ser.

OrientaGuía

Para conseguir nuestros sueños y convertirnos en quién realmente somos, tenemos que vencer los miedos y salir de nuestra zona de confort. En este vídeo TED, Mario Alonso Puig nos da algunas claves para ello.

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El tercer trimestre escolar, un último esfuerzo

6 de abril de 2015

repetir-cursoYa quedan menos de tres meses para que finalice este curso escolar. Si te gusta el fútbol, el baloncesto o cualquier otro deporte, seguro que sabes que el último tercio de un campeonato o de un partido es donde se decide el resultado, así que a ponerse las pilas.

Aunque hayas empezado muy bien el curso, no te confíes demasiado, ya que es posible que te relajes y al final eches a perder todo el esfuerzo inicial. Y al revés: si has empezado muy mal, pero eres capaz de rectificar y darlo todo en la recta final, seguro que obtendrás una merecida recompensa. Las vacaciones están a la vuelta de la esquina y podrás descansar y disfrutar todo lo que quieras. Te voy a recordar lo que dije hace algunos meses:

a) Tener siempre pensamientos positivos:

El pensamiento positivo ayuda a los estudiantes a sentirse seguros. Por ello, repite siempre que puedas: “Sé que soy capaz de aprobar todo el curso, sé que voy a sacar buenas notas…”. La confianza en uno mismo, recordar que ya se ha conseguido en otras ocasiones, evitar caer en el desánimo, etc., es un primer paso, y muy importante, para afrontar el último trimestre escolar. Analizar lo que hemos hecho mal hasta ahora y reforzar lo que hemos hecho bien, es decir, evaluarnos, ponernos una nota y sacar conclusiones sobre nuestros defectos y nuestras virtudes. Este es un aspecto que no debes olvidar, ya que no sólo te servirá para este curso, sino también para los siguientes.

b) Confeccionar un horario de estudio:

Tiene que ser realista, tener a la vista todas las actividades que se realizan y cumplirlo todos los días, aunque no haya exámenes cercanos.

Al elaborar un horario personal deberás tener en cuenta:

  • Las 8 horas dedicadas al sueño.
  • Las horas dedicadas a clase.
  • El tiempo dedicado al aseo.
  • El tiempo dedicado a comer.
  • Si realizamos deporte, el tiempo dedicado al ejercicio.
  • El tiempo que dedicamos al descanso o a la diversión.

Sólo el estudiante que debe realizar el trabajo sabrá qué atención y cuánto tiempo se dedicará a las áreas.

Como norma general: SI PARTES DE CERO…

Si no estudias habitualmente, es difícil que puedas empezar estudiando tres horas al día. Te proponemos un plan:

  • Durante cinco días fuérzate a trabajar media hora.
  • Luego, aumenta 10 minutos cada día hasta alcanzar la duración que sea tu objetivo.
  • Cada 50 minutos de trabajo fija 10 de descanso.
  • Si algún día no cumples tendrás que volver al nivel del día anterior.
  • No comiences este plan en fechas de exámenes.

Objetivos de trabajo diario:

  • De 7-12 años: 30′ a 2 h
  • De 12-16 años: 2 a 3 h
  • Más de 17: lo que necesites

c) Cómo aprobar los exámenes

La dificultad para concentrarse, la improvisación, dejar todo para última hora o la memorización sin comprensión son algunos de los defectos y problemas que tienen muchos estudiantes a la hora de enfrentarse a los exámenes. Actualmente, gracias a tecnologías como los móviles o Internet, las técnicas de estudio tradicionales (subrayado, esquemas, resúmenes…) pueden mejorarse sustancialmente, aunque también, como cualquier otra herramienta mal utilizada, pueden acabar convirtiéndose en un lastre.

Lo ideal es combinar diferentes técnicas, poniendo el acento en unas o en otras dependiendo de las materias y de los estilos de aprendizaje de cada alumno.

En este mismo Blog, en las Técnicas de estudio, hay una ficha sobre cómo preparar los exámenes. Además, te recomiendo que entres en la siguiente página:

Siete técnicas de estudio que te ayudarán a aprobar los exámenes

tercer-trimestre

La escuela te devuelve lo que tú le das

16 de marzo de 2015

montaña

La montaña es como la escuela. Ella devuelve a los profesores lo que los profesores le dan. A quien dice cada día amargura le devuelve su amargura. A quien dice cada día felicidad le devuelve repetidamente felicidad. (Miguel Ángel Santos Guerra)

A lo largo de los dos años y medio que llevo elaborando este Blog, uno de los temas que más he tratado ha sido el de la motivación. Generalmente he hablado de la motivación del alumnado, cómo conseguir que nuestros estudiantes se interesen por lo que trabajamos en las aulas, cómo lograr que se emocionen y que la curiosidad les encamine hacia la búsqueda del conocimiento, del saber, cómo aumentar su participación, su autoestima… Sin embargo, reconozco que le he dedicado poco espacio a la motivación del profesorado. Damos por supuesto que ya que ganan un salario por enseñar, el entusiasmo como docentes se da por descontado, va en el sueldo.

La realidad, sin embargo, es otra. Hace exactamente dos años se publicó el resultado de una encuesta del CSIF que aseguraba que el 98% de los profesores de secundaria andaluces estaba desmotivado y las razones que lo explicaban eran, entre otras, la falta de respeto del alumnado, el aumento del horario, el supuesto acoso burocrático y la falta de apoyo de la administración. A raíz de dicha encuesta se abrió un debate en varios periódicos sobre ¿Cómo motivar al profesorado? Y en ese debate, las propuestas que cobraron más fuerza fueron la de mejorar su formación y la de incrementar su capacidad de trabajo en equipo.

Hace unos días, el profesor Miguel Ángel Santos Guerra, al que he mencionado en muchas ocasiones, escribió en su Blog El Adarve un artículo titulado El eco de la montaña, en el que se señala que la escuela devuelve a los profesores lo que los profesores le dan. A quien dice cada día «amargura» le devuelve su amargura. A quien dice cada día «felicidad» le devuelve repetidamente felicidad. Aunque la actitud es un problema de personalidad, en una profesión como la nuestra es fundamental, imprescindible, tomarnos los problemas como retos, como posibilidades de demostrar nuestra capacidad. Es muy fácil enseñar a los buenos estudiantes, en centros donde no hay problemas de disciplina. Pero donde un profesor demuestra su valía es con esos otros estudiantes desmotivados y problemáticos. No siempre lograremos buenos resultados. O mejor dicho, pocas veces alcanzaremos unos excelentes resultados académicos con ellos. Sin embargo, si conseguimos que sean ciudadanos respetuosos, tolerantes y críticos, podemos darnos por satisfechos.

Utilizando las palabras de Santos Guerra: «Las dificultades espolean a los buenos profesionales y hunden a los malos. Si en un país aparece una inesperada epidemia, los buenos médicos se sentirán invitados a trabajar más, a investigar, a esforzarse para superar la crisis. Los malos médicos dirán que ellos quieren trabajar solo con los sanos, que eso no lo estudiaron en la Facultad y que bastante hacen para lo que les pagan».

La importancia de dar las gracias

12 de enero de 2015

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Dar las gracias es una de las primeras normas de urbanidad que me enseñaron mis padres. Cuando alguien me regalaba algo, siempre me hacían la misma pregunta «¿Qué se dice, hijo?». Y yo, muy educadamente, contestaba «gracias», las personas mayores sonreían y yo iba aprendiendo que aquello era agradable y poco a poco ya no necesitaba que me preguntaran, sino que daba las gracias inmediatamente. Esta costumbre se sigue manteniendo y casi todos los padres y abuelos la practican. Cuando algo se aprende de niño es muy difícil que se olvide, porque después se realiza de manera prácticamente automática y no nos cuesta ningún trabajo porque la hemos interiorizado. Saludar cuando se entra en una sala donde hay otras personas, ceder el paso al entrar o salir por una puerta, no hablar con la boca llena, pedir permiso para hacer algo o utilizar alguna cosa que no es nuestra… Hay multitud de ejemplos que se van aprendiendo desde muy pequeños. Se podrá decir que soy excesivamente tradicional o mojigato, pero sigo pensando que no cuesta ningún trabajo hacerlas y que demuestran respeto por los demás. Y el respeto es la base de la convivencia, de la solidaridad, de la tolerancia. En los últimos tiempos hemos visto demasiados ejemplos de intolerancia como para permitir que se instale entre nosotros. Por cierto, lo mismo que ocurre con dar las gracias, pasa también con la sonrisa. Se puede comprobar en el siguiente vídeo.

El agradecimiento por las cosas bien hechas, por la dedicación, el sacrificio o la entrega, sea hacia el trabajo o la profesión que sea, establece un vínculo afectivo muy importante en las relaciones sociales. Podemos pensar que hacer las cosas bien es nuestra obligación, que nos pagan por ello. Y es verdad, pero ese pequeño gesto, esa frase o esa sonrisa, añaden una recompensa, una gratificación que a todos nos agrada. Del mismo modo, también nos gusta (o debería gustarnos) que nos critiquen cuando nos equivocamos, cuando hacemos algo mal, pero siempre desde el respeto, porque eso ayudará a mejorar nuestro trabajo. En ese sentido, hago un llamamiento a mis compañeros para que mantengan la ilusión y fomenten el amor por lo que se enseña y a quienes se enseña, ya que es desde la emoción y el entusiasmo como se genera y se impulsa una educación auténtica. Los contenidos son importantes, claro que sí, pero si no van acompañados del motor (motivación) que nosotros proporcionamos, se convierten en palabras, hechos, cifras o pensamientos vacíos, sin interés para nuestros estudiantes. Y agradecer a nuestros alumnos el trabajo bien realizado o su buen comportamiento no sólo consiste en poner una buena nota, sino demostrarlo también con palabras, con gestos, con sonrisas, con llamadas a los padres; ellos y sus hijos lo agradecerán y podremos comprobar los resultados en poco tiempo.

El profesor de la Universidad de Málaga Miguel Ángel Santos Guerra habla del agradecimiento de los padres hacia los profesores de sus hijos. Partiendo de la idea de que la escuela y la familia persiguen el mismo fin, es decir, conseguir la mejor educación para sus hijos e hijas, plantea la importancia de la ayuda, de la colaboración, del diálogo y del ánimo entre ambas instituciones. Y ese ánimo es el que necesitan muchas veces los docentes para afrontar con optimismo su compleja tarea. Cuando las familias apoyan a los profesores, valoran su trabajo y lo agradecen, los resultados suelen ser siempre mucho mejores que cuando no colaboran con los centros o se dedican únicamente a criticar la labor docente, ya que entonces se echa por tierra y se limita su tarea educativa. Y no podemos olvidar, como dice Santos Guerra, que «todas las piedras que tiren los padres y las madres sobre el tejado de la escuela caerán sobre las cabezas de sus hijos».

Os invito a que leáis el artículo completo:

Gracias por enseñar a nuestros hijos

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