Desde hace unos días se ha hecho viral en las redes un problema de lógica que se incluyó en las últimas olimpiadas de matemáticas de Asia y Singapur. Según parece, está dirigido a estudiantes de 3º de ESO y es el siguiente:

(Por si no sabéis resolverlo o no queréis romperos la cabeza la solución se puede encontrar en el siguiente enlace: El cumpleaños de Cheryl: el problema de lógica que fríe neuronas en internet)
La lógica es una herramienta fundamental para trabajar no sólo en las matemáticas, sino también en otros aspectos de nuestra vida cotidiana. Muchas cuestiones se resuelven aplicando razonamientos que afectan a bastantes disciplinas sean curriculares o no. Saber diferenciar lo principal de lo accesorio, seguir una línea argumental, planificar, estructurar, etc., son algunos de los principios que están en la base, en la raíz de la inteligencia.
Este problema me ha recordado una serie de debates que tienen relación con la evaluación, y más concretamente, con una de mis últimas entradas en las que hacía referencia al Borrador del Real Decreto que regula las pruebas finales de ESO y Bachillerato establecidas en la LOMCE. En él se establecía que las preguntas de la prueba serán en formato de elección múltiple con cuatro alternativas y de respuestas semiconstruidas, aunque en el caso de la evaluación de la expresión se utilizará el formato de respuesta abierta producida por el alumno o alumna. Aquí es donde me entra la duda de cómo se articulará la evaluación de las competencias, del razonamiento, de la lógica, etc., con ese formato.
En el blog ACOGIDA: El blog de J. Blas García encontramos una entrada muy interesante y muy clara sobre el tema: Dime cómo me evalúas y te diré como voy a estudiar. Reproduzco algunos párrafos:
«Si el objetivo es contentarnos..y que le califiquemos bien…entonces hacen lo que queremos: Resuelvo como tú me pidas…y me preparo para ello.
Las pruebas de selectividad son el ejemplo claro del sistema: preparar específicamente un modelo de examen durante los dos cursos que se compone el bachillerato. Triste etapa si sólo sirve para eso.»
«No es tan difícil verlo: Si el objetivo de la escuela no es que aprendas sino que apruebes (y tenemos ejemplos que lo evidencian como la liberación de las preguntas PISA y la preparación explícita para ello), entonces el objetivo en el estudio de los alumnos no es aprender sino superar el examen, superar una prueba. No es lo mismo estudiar para una prueba test que evalúa una máquina, que aprender para exponer ante sus compañeros que evalúan en debate. Los alumnos pasan lo que podemos llamar «síndrome reválida«..y en el fondo les gusta:
«A otro examen,… que éste ya está pasado»
Es decir, se produce un efecto perverso, totalmente contrario a lo que deben perseguir la educación y la evaluación, que es el gusto por el saber, la curiosidad, el desarrollo personal, la mejora, la capacidad de aprender a aprender, la búsqueda inteligente de la información para que se convierta en conocimiento y en saber, etc., etc.
Siempre tengo presente lo que Miguel Ángel Santos Guerra escribió en su artículo Una flecha en la diana. La evaluación como aprendizaje. Las pruebas, una de las herramientas de la evaluación y no las más importantes, deben concebirse como instrumentos de mejora, no sólo como ejercicio de medición de un logro. No tiene sentido evaluar para jerarquizar, para atermorizar, para castigar. Y las reválidas previstas en la LOMCE persiguen, quiérase o no, una selección, una jerarquía, un marchamo o un castigo.
Propongo también la lectura de dos artículos que, desde diferentes perspectivas, pero ambas muy sensatas y lógicas, nos explican cómo se evalúa o cómo se debería evaluar. Hay muchos más ejemplos, pero como muestra creo que pueden servir.
¿Cómo enseñar? ¿Cómo aprender? ¿Cómo evaluar? por Pere Marques.
5 formas de evaluar a los alumnos, por Santiago Moll.
(Añado con posterioridad otra estupenda reflexión de M.A. Santos Guerra sobre la evaluación y sus repercusiones titulada Menos uno con diecisiete).