
A raíz de un artículo publicado en el periódico El Mundo hace unos días titulado Grupos de padres en WhatsApp, nuevo conflicto con los profesores se me ocurren varias reflexiones:
1. Siempre he creído en la enorme importancia de la colaboración entre la familia y los centros educativos. Cuanto mayor sea la coordinación entre ambas instituciones, mejor será la calidad de la educación y mejores sus resultados (véase la entrada de este mismo Blog Padres y profesores remando juntos. Colaboración imprescindible).
2. Las Tecnologías de la Información y la Comunicación, como todas las tecnologías, pueden provocar, si no se utilizan adecuadamente, más conflictos y problemas que ventajas. Cuando en los años sesenta empezó a difundirse la televisión, al poco tiempo comenzaron a realizarse estudios sobre el abuso de este medio de comunicación y el número de horas que los niños se pasaban delante del televisor de una manera pasiva, lo que iba en detrimento del tiempo dedicado al estudio y al juego. Hace unos veinte años, con la aparición de los ordenadores y los videojuegos, el problema cambió de perspectiva y ya no era la pasividad, sino la adicción a una nueva forma de pasar el tiempo mucho más atractiva (Adicción a los videojuegos, un exceso peligroso para la salud).
3. Las redes sociales se han instalado de una manera imparable en los usos y costumbres de nuestra sociedad. Aunque los adultos nos hayamos educado en una sociedad analógica y no digital, no podemos permanecer impasibles ante los avances y la influencia de dichas redes en los adolescentes. Nosotros mismos seguro que, como mínimo, utilizamos Internet, nos comunicamos por WhatsApp, Twitter y tenemos nuestra propia página de Facebook; usamos habitualmente los móviles, las tablets, el ordenador; leemos libros electrónicos y las noticias en periódicos digitales; los profesores usan cada vez más los contenidos y las pizarras digitales, las aulas virtuales, etc, etc. Es decir, estamos enganchados, queramos o no, a las TIC. Y nuestros hijos e hijas, como es lógico, mucho más (véase el artículo Instagram y los adolescentes).
4. Pero lo que son ventajas a la hora de esta informados y conectados de manera instantánea, se puede convertir en una peligrosa herramienta que no podemos controlar. Cada vez son más las voces que alertan del peligro de utilizar de manera inadecuada Internet, de creernos todo lo que aparece publicado en cualquier página sin contrastar la información, de dar a conocer datos personales que pueden ser manipulados y utilizados de manera delictiva… Un ejemplo es la formación de grupos de WhatsApp. Lo que en principio puede ser algo divertido (grupos familiares, de amigos o de trabajo), con comentarios graciosos, chistes, fotos, etc., puede llegar a cansar y no tenemos tiempo a contestar y participar en todas las conversaciones. Lo malo es que cuando queremos salirnos de alguno de esos grupos, la cosa no es tan fácil (Socorro, estoy atrapado en los grupos de WhatsApp).
5. Y ahora regresamos a lo que comentaba al principio: los grupos de padres y, sobre todo madres, en WhatsApp (Mamás del cole, la nueva pesadilla 2.0). Si el contacto y la fluidez de la comunicación entre padres y profesores, sobre todo con los tutores, es una pieza indispensable para educar adecuadamente a niños y adolescentes, con intercambio y contraste de opiniones que se complementan de forma necesaria, los grupos de Whatsapp pueden convertirse en un motivo de conflicto. Padres que no están de acuerdo con alguna actuación del profesor con su hijo o con el grupo, en lugar de hablar personalmente con él y manifestarle su preocupación o sus quejas, pueden querer manipular al resto de los padres y crear un clima de desconfianza muy negativo e, incluso, denunciable. Una cosa es utilizarlo como medio de información y comunicación (resolver dudas, proponer actividades, realizar consultas, etc.) y otro como vehículo de quejas o de desprestigio de la labor docente. Por eso, más que un grupo de Whatsapp, lo mejor es participar bien a través de las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos o bien a través de los delegados de padres y madres de cada clase, figura que ya se contempla en la normativa actual. Y, por supuesto, hablar cara a cara con el tutor y mantener una comunicación fluida a lo largo del curso, que es siempre lo más eficaz y conveniente.