Hacía tiempo que no escuchaba o leía algo sobre un concepto que durante la carrera de Pedagogía se mencionaba constantemente: educación integral. Desde hace unos años se utilizan otros términos que en la actualidad están más de moda: educación emocional, educación en valores, en competencias, inclusiva, compensatoria, digital… Todas ellas ponen el acento en aspectos importantes de la formación del ser humano: el dominio y el control de las emociones, la empatía, la solidaridad, la compensación de desigualdades, las habilidades sociales, las herramientas digitales, la inteligencia. Ninguna de ellas se puede dejar al margen pues olvidaríamos lo más importante: el ser humano es un “todo” compuesto por el cuerpo, la mente y el corazón. O dicho de otro modo, la educación debe preocuparse de los tres campos: el conocimiento, la conducta y la voluntad.
Hace un par de días leí un estupendo artículo en INED21 que se titula como esta entrada, La educación integral. Y recordé lo que mi profesora de Pedagogía de Magisterio nos decía continuamente: «una educación que no contemple toda la complejidad del ser humano, sus virtudes y sus defectos, su potencial, su capacidad de mejora, su mente y su cuerpo, no es auténtica educación». El conjunto de conocimientos que una persona culta debe adquirir para valerse por sí misma en la vida, ser útil a la sociedad y darse una explicación personal sobre el mundo en que habita y el tiempo en que le ha tocado vivir, ese es el contenido y el objetivo de la educación integral. A veces se pone demasiado énfasis en los valores, en las competencias, en el dominio digital, en la memoria. Ninguno de ellos se puede olvidar o dejar a un lado, pero sin perder la perspectiva del conjunto, de la integración de los elementos en un todo armónico, todo lo armónicas que, dentro de la imperfección, pueden llegar a ser las personas.
Reproduzco el comienzo del artículo mencionado, «La educación integral».
LA EDUCACIÓN INTEGRAL
(Las ganancias marginales)
Hace ya tiempo que escuché en la radio una explicación sobre la “Teoría de las Ganancias Marginales”. Me resultó muy interesante y me puse a buscar más información sobre el tema.
La “Teoría de las Ganancias Marginales” es un concepto que introdujo Sir Dave Brailsford cuando se hizo cargo del equipo nacional de ciclismo de Reino Unido en el año 2002. Desde 1908 hasta 2002 el equipo ciclista tan solo había levantado una única medalla de oro en unos Juegos Olímpicos.
De su mano llegaron dos medallas de oro en Atenas 2004 y otras ocho preseas del mismo metal entre Pekín y Londres, cuatro años después. En 2010 se hizo cargo del equipo Sky consiguiendo los Tours de Francia de 2012, 2013, 2015 y 2016.
¿Qué hizo y qué cambios aplicó Brailsford para provocar tanta mejoría en ambos equipos? Sir Dave Brailsford considera que el rendimiento deportivo es el resultado de múltiples factores que inciden de manera directa los unos con los otros. Podríamos decir, que el rendimiento es un “todo” formado por muchos elementos y que para mejorar ese “todo” final, es suficiente con mejorar mínimamente el resto de elementos.
Sir Dave consiguió mejoras en la higiene diaria para evitar enfermedades (con una educación hacia el deportista y un mayor control), en la aerodinámica (revisó la disposición de las posturas del ciclista y la composición de la propia bici), en las comidas diarias (la nutrición como un factor elemental de rendimiento y de salud), mejorar la calidad del sueño (comenzó a trasladar los colchones de cada ciclista para que pudieran dormir siempre sobre la misma superficie), etc. Todas ellas juntas se convirtieron en una apuesta ganadora.
¿De qué manera se puede aplicar la “teoría de las ganancias marginales” en nuestro día a día? El ser humano es un “todo” compuesto por el cuerpo, la mente y el corazón.
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