Los ninis y la motivación. Pasando páginas, cerrando capítulos

A lo largo de mi larga vida profesional he tenido, como la mayor parte de los docentes, éxitos y fracasos, aciertos y errores, triunfos y derrotas. Comprobar cómo antiguos alumnos me paran por la calle (generalmente son ellos los que lo hacen porque con los años suelen cambiar mucho su aspecto físico y yo no soy capaz de reconocerlos), se alegran de verme, me cuentan que ahora son abogados, médicos, comerciantes o electricistas y me recuerdan anécdotas del colegio, a los compañeros de clase, me presentan a sus mujeres, a sus maridos, a sus hijos… La satisfacción, la alegría y el orgullo de haber contribuido en algo a mejorar sus vidas es enorme. Ese es el mejor premio que como profesores y maestros podemos recibir.

El problema es que los éxitos, los aciertos y los triunfos se ven empañados por los, esperemos que pocos o no demasiados, fracasos, errores y derrotas que también he tenido en cuarenta años como maestro y orientador. Uno de los que más pena y rabia me da es el de no haber sido capaz de motivar, de conseguir que algunos estudiantes se interesaran por los estudios, por la educación, por aprender algo, por querer alcanzar alguna meta. Tampoco quiero echarme todas las culpas, porque no sería justo conmigo mismo ni con una profesión que, queramos o no, depende de muchos factores que no podemos controlar en su totalidad.

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Las familias son, en buena medida, aunque no las únicas, el caldo de cultivo de jóvenes que ni estudian, ni trabajan, ni sueñan, ni se esfuerzan, ni tienen horizontes. Unos son así por haber nacido y vivido con padres sobreprotectores, que desde pequeños les han dado todo lo que han querido, sin haberlos educado en los valores del esfuerzo, del trabajo, de la lucha, de la responsabilidad. O que se han desentendido de ellos por sus propios problemas, que no han prestado atención al drama que viven sus hijos, dejándolos al albur de una sociedad que tampoco premia esos valores.

También puede ser que hayan llegado a esa situación de víctimas a pesar de haberse esforzado, porque han estudiado, han buscado trabajo hasta la extenuación y han visto cómo, a pesar de todo, los han despreciado y echado a la cuneta. Ya están agotados y no quieren ni pueden seguir buscando.

«Y después está el sistema educativo. ¿Qué respuesta da a las necesidades de estos jóvenes? ¿Cómo los ha preparado para la vida? ¿Qué herramientas les ha dado para interpretar el mundo? ¿Qué es lo que han aprendido a hacer? ¿Cómo los ha orientado para que puedan desenvolverse en el mercado laboral?» (preguntas que se hace Santos Guerra en su artículo Los ninis. Por cierto, en él se hace referencia a la película Déjate caer, que refleja con toda su crueldad, pero también con gran sensibilidad, la vida de estos jóvenes).

Pere Marquès, en las dos presentaciones siguientes, nos da unas claves sobre la motivación y los factores y causas de la falta de trabajo de los alumnos en las aulas

Quedan ya pocos días para el 30 de junio, fecha en la que me jubilo. Tengo que ir cerrando capítulos, pasando páginas de un libro que he escrito con muchas ganas. El capítulo de la motivación es uno de ellos. Por cierto, recomiendo a los maestros y a los profesores que están empezando que se acostumbren a tener un diario, pero un diario que refleje sobre todo las anécdotas, las frases, las emociones que se sienten en las aulas. Yo no lo he hecho y me arrepiento. La memoria es muy frágil y seguro que me he olvidado de grandes momentos que ahora no soy capaz de recordar.

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Una respuesta to “Los ninis y la motivación. Pasando páginas, cerrando capítulos”

  1. Botijo agrietado Says:

    Escribiendo sobre el tema, he dado con su post. Francamente, me quedo fascinado por la visión que tiene. Gracias y un saludo.

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